Agricultura: más investigación en transgénicos
Article publié par El diario exterior le 11 octobre 2005.
Los organismos genéticamente modificados (GMOs) tienen una reputación destacadamente mala en Francia. En un entorno tan hostil, algunas personas no han dudado en destruir los pocos terrenos autorizados de plantas genéticamente modificadas en nombre del principio de la precaución. Este verano tuvieron lugar tres ataques en el departamento de Puy-de-Dôme, y la responsabilidad de algunos de ellos fue reivindicada por el Collectif des faucheurs volontaires (o, « los cosechadores voluntarios »). La compañía Meristem, el líder francés en el desarrollo de medicinas fabricadas de plantas genéticamente modificadas, fue el objetivo de esta gran oleada de violencia anti-GMO, sin mucha cobertura mediática.
Pero un grupo que sí que tuvo objeciones al vandalismo anti-GMO fue la organización Vencer la fibrosis cística. Parece que las plantas destruidas iban a ser utilizadas en el desarrollo de medicaciones para paliar los efectos secundarios de la fibrosis cística y producir anticuerpos anti-cáncer.
En primer lugar, esto es una ilustración obvia de los peligros del principio de la precaución. Al centrarse solamente en los posibles riesgos de la producción GMO, este principio también nos fuerza a ignorar los costes de abandonarla. Cada elección tiene un precio, incluso si está guiada por este principio. En este caso, es la disponibilidad de tales medicinas y el beneficio que representan para sus productores — que tendrán que abandonar si los pesimistas se salen con la suya. Esto es lo que significa « precaución » para los pacientes y las farmacéuticas.
Obviamente, los detractores de los GMO rehúsan ser vistos como negligentes con los intereses de los pacientes. Afirman que tales intereses no exigen la producción de plantas genéticamente modificadas. Afirman que existen técnicas alternativas, y que el único motivo por el que se eligen los GMOs es por mayores beneficios. Probablemente estén en lo cierto: la mayoría de las veces hay técnicas alternativas para llegar al mismo resultado, y la elección de una u otra no se basa generalmente en motivos humanitarios. ¿Y qué? ¿Qué es tan siniestro en las consideraciones financieras?
Cuando se descubre una técnica más barata para utilizar el suelo de modo más productivo, como es el caso típico de los GMOs, es una buena noticia para los consumidores a causa de la competición, porque si dejamos que haga su trabajo, reducirá los precios. Producir más empleando menos recursos significa inversiones más beneficiosas. Cuando los inversores comprenden tal oportunidad de hacer dinero, tienden a volverse hacia el sector preocupado por elegir esta técnica, incrementando así la producción y reduciendo el precio del producto. La elección de la técnica no está vinculada así al bienestar de los pacientes. Mientras funcione la libre competición, son tales consideraciones financieras las que garantizan a los pacientes mayor acceso a los tratamientos.
¿Qué hay de los riesgos vinculados a los GMOs? Quizá estemos deacuerdo con una declaración realizada por « los cosechadores voluntarios » afirmando que « ningún motivo terapéutico o científico puede justificar el uso de los campos de los granjeros como laboratorio ». Después, el grupo alude al riesgo del maizal genéticamente modificado « que contamina » los cultivos vecinos. Según Meristem, sus plantas son estériles y no exponen a las propiedades vecinas a cambios en la naturaleza de su producción. Incluso si imaginamos que es posible tal deterioro, esto no lleva directamente a la conclusión de que deberían prohibirse los GMOs, al contrario de las afirmaciones de los críticos. En realidad, este argumento no tiene nada que ver con los GMOs, sino con traspasar los derechos de la propiedad de otras personas. Los propietarios de plantas genéticamente modificadas « contaminadas » por cultivos vecinos podrían utilizar también el mismo motivo. Y tendría que demostrarse que tal violación ha tenido lugar, al contrario que los autodenominados « cosechadores », que no esperan antes de actuar.
De hecho, no es necesario prohibir los GMOs para evitar que los campos de los granjeros se conviertan en laboratorios. En lugar de recurrir al vandalismo, estos cosechadores podrían luchar porque el gobierno se tomara más en serio el artículo 2 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que establece el derecho a tener propiedades. Si los actos de polución como « la contaminación » de campos fueran considerados por los abogados como lo que realmente son, violaciones de la propiedad, los productores de GMO tenderían a colocarse lejos de posibles demandantes o invertirían en medios de protección, como invernaderos. En cualquier caso, la posibilidad de procedimientos legales empujaría a los inversores a estimar mejor el riesgo real de los GMOs. Defender a los granjeros no pide la prohibición de los GMOs, y destruir plantas sólo puede detener el proceso de descubrimiento de los riesgos asociados a ellas.
Xavier Méra es investigador asociado del Instituto Económico Molinari.